En los años que llevo dedicados a estudiar y trabajar sobre la danza en Cuba, no recuerdo que se haya anunciado el retiro profesional de un bailarín nacional de la escena activa; hasta ahora, cuando el pasado miércoles 23 de abril la primera bailarina cubana Sadaise Arencibia dijo adiós a la escena que la viera brillar durante más de 30 años como primera figura del Ballet Nacional de Cuba.
La ceremonia ocurrió en la sala Avellaneda del Teatro Nacional de Cuba, interpretando la esposa del ballet Bodas de sangre. Su retiro del Ballet Nacional de Cuba como primera bailarina acontece después de 26 años en la compañía y de ellos 20 en la escala más alta como bailarina dentro del elenco.
La presencia de Sadaise en nuestro ballet se destacó desde sus años estudiantiles, primero por su físico idóneo para este arte y su entrega al mismo que la colocaron como una estrella en ciernes. Recuerdo que, al menos en el tercer año en las funciones escolares, su pareja con Joel Carreño en el Pas de deux classique fue recurrente en las presentaciones de los alumnos (que, por cierto, no le vi frecuentemente en su vida profesional).
Sadaise Arencibia dijo adiós a la escena que la viera brillar durante más de 30 años como primera figura del Ballet Nacional de Cuba. Foto: Tomada del BNC
Entró al Ballet Nacional en 1999 y comenzó una hermosa carrera que la llevó por casi todo el orbe exhibiendo su refinado gusto al bailar, su personalidad serena y desafiante, su pulcritud en la ejecución, sin hacer concesiones por su soñado físico y condiciones técnicas excepcionales, ajustando siempre esas facultades naturales a una interpretación artísticamente adecuada a su rol.
La recordaré siempre por su pavo real de Rara Avis, su hada Lila de La bella durmiente, sus segundos actos en El lago de los cisnes y Giselle. Su Tatiana en Eugenio Oneguin, su pas de deux de Agon de Balanchine…, su Carmen, uno de sus grandes roles, entre otros muchos que hizo suyos; sus actuaciones como artista invitada en Italia, Sudáfrica, Rusia, Colombia.
Múltiples lesiones entorpecieron la carrera de Sadaise, pero nunca fueron un freno sino una demostración del aprecio que ella tuvo por su carrera, y a cada obstáculo ofrecía una recuperación, una vuelta a la escena más dispuesta.
Pero llegó el momento ─para muchos, yo entre ellos─ algo anticipado de decir adiós a las puntas y los escenarios y tomar otra vía para seguir dando su arte al público, que la extrañará siempre como primera bailarina cubana.
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