La tarde del pasado lunes 16 de junio, en la sala Manuel Galich de la Casa de las Américas se presentó el número 214-215 de la revista de teatro latinoamericano y caribeño Conjunto, número doble consagrado a ofrecer un panorama integral del teatro comunitario en la región, con la representación de voces tanto de teatristas como de académicos.
Presentado por Vivian Martínez Tabares, directora de Teatro de la institución, junto al dramaturgo Rolando Boet, director del Teatro Universitario de La Habana, el dosier destaca las experiencias de referentes regionales del teatro en y para la comunidad, como Teatro Andante (Cuba), Contadores de Mentira (Brasil), Nuestra Gente (Colombia), Colectivo Yama (Perú y Ecuador), Ventoforte (Brasil), la Asociación Acirc (Puerto Rico), entre muchos otros.
Con el diseño magistral de Pepe Menéndez, este ejemplar testimonia el poder transformador del teatro comunitario en la vida de las personas, especialmente fuera de espacios urbanos, inspirado en la necesidad de romper los cimientos del individualismo y la colonialidad, y tejer redes de cuidado y sororidad frente al desierto cultural del neolineralismo.
Desde sus primeros artículos los lectores se percatarán de la pluralidad de comprensiones y conceptos en torno al teatro comunitario manejados en los 35 textos incluidos en el número, que abarcan 42 autores de diversos países del Continente.
Durante la presentación, Martínez Tabares destacó que la revista se ha conformado con los relatos de «largas experiencias prácticas de sus hacedores, y no especulaciones sobre el teatro comunitario», que ponen de relieve la solidez de un movimiento regional cuyas redes de articulación cada vez calan más hondo, guiadas por el deseo de profundizar vínculos reales, y no por aspiraciones formalistas de expansión territorial, que en ocasiones solamente generan contactos efímeros.
Cabe resaltar que el ejemplar además homenaje a grandes referentes del teatro comunitario en América Latina y el Caribe, como el maestro argentino Ricardo Talento, considerado como uno de sus fundadores, y quien fuera militante del arte como proyecto político de transformación cultural.
Atraerá a los y las lectoras la defensa y representación de los orígenes indígenas de muchos grupos de teatro comunitario de varias naciones americanas, a modo de reivindicación la enorme influencia de los pueblos originarios en los movimientos artísticos actuales de la región.
Salta a la vista el empleo del drama como herramienta para transformar la vida de las personas y hacerla más llevadera y digna en el teatro comunitario. Ejemplo de ello es la labor del grupo Nuestra Gente, que tras haber reflexionado sobre la escisión de las comunidades generada por los conflictos paramilitares en Colombia, se propuso llevar a escena este problema, con propuestas de soluciones mediadas por la creación artística.
Ello demuestra además la vocación reflexiva que impulsa al teatro comunitario por concepto, al volcarse en la comunidad y dedicar grandes esfuerzos intelectuales a pensar los problemas y agentes que los producen, para luego generar una obra que promueva actitudes, acciones legales, procesos de lucha en la vida cotidiana.
Asimismo, los testimonios reunidos en las 128 páginas del número 214-215 prueban que los ciclos de trabajo de las experiencias de teatro comunitario son de larga duración, en tanto generar un núcleo verdadero de vínculos comunitarios, con poder para cambiar las relaciones sociales, conlleva años de esfuerzo y dedicación e implican diálogos, puestas exitosas, fracasos, enfrentamiento a las autoridades culturales conservadoras y los grupos violentos que gobiernan no pocos pueblos de la región, apoyo emocional entre redes de cuidado, etc.
El artículo de Carlina Derks Bustamante a propósito de la labor del Colectivo Yama es representativo en este sentido, con acciones escénicas que mezclan las memorias personales y familiares en diálogo con acontecimientos sociales que les marcaron, y con los espacios físicos (tierras, montañas, poblados) donde tuvieron lugar.
Así, sus proyectos Memorias de agua y Soy Quebrada rescatan la historia de la Comunidad Autogestionaria para el Desarrollo Integral del Alto Puchka (CADIAP), destruida por la irrupción del conflicto armado en los 80 en el Perú, y la realidad de los habitantes de la quebrada de Rumihuaico, ubicada en la parroquia de Tumbaco en Quito, Ecuador, respectivamente.
Mediante lo que Derks denomina una «mirada íntimamente política», explica que uno de los principios de trabajo del colectivo es la necesidad de pensar y construir «comunidades más que humanas», contrarias al modelo humanocentrista, capitalista y colonial que desprecia los valores de los recursos naturales y los vende al mejor especulador inmobiliario; o los contamina mediante fábricas destructoras de ecosistemas, que no generan una economía sostenible a largo plazo, donde las mayorías vivan de forma digna y con justicia social, sino que constantemente son despejados de sus riquezas.
En otro orden, entre los artículos centrados en reflexionar desde la academia sobre lo que ha sido y es el teatro comunitario resalta el texto de Orlando Cajamarca Castro, «Teatro comunitario, un teatro para amadores», donde su autor combate muchos prejuicios establecidos en torno al teatro popular y ofrece una visión particular sobre sus lógicas de elaboración.
Dos ideas nodales de su reflexión son la defensa del fin último del teatro en y para la comunidad, que no es precisamente «hacer teatro», sino emplear el drama como herramienta de mediación social para desarrollar programas sociales orientados a formar mejores seres humanos, capaces, además, de crear propuestas culturales con alta calidad artística que reflejen esa transformación social.
Este nuevo número de Conjunto además se convierte en espacio de denuncia de los desalojos cometidos contra algunos grupos de teatro comunitario a partir de decisiones políticas de sectores derechistas en la región. Dos de estos colectivos afectados fueron Teatro Ventoforte y Contadores de Mentira en Brasil, ambos cercanos a la Casa de las Américas.
Estos y otros temas interesarán tanto a estudiosos del teatro como a aficionados, actores y lectores en general, que encontrarán en las páginas de la revista inspiración y modelos efectivos para lanzarse a la creación de proyectos donde el teatro vaya más allá de intereses efímeros e individuales, y se preocupe y ocupe de problemas de cuya solución depende la existencia de la humanidad en esta Tierra, la única que tenemos.
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